jueves, noviembre 5

El mito de la Caverna


Y de repente me topé con una pared. ¿Una pared? Pero si el mundo no tiene paredes... Pero aquello era un pared rugosa, árida y fría. Cuando me quise dar cuenta y mirar a mi alrededor me percaté de que lo que yo concebía como el mundo no era más que un holograma en una cueva. No puede más que sentarme y llorar, llorar y llorar. De decepción, de pena, de frustración. ¡Tantas energías gastadas en vano, en una simple cavernucha con pretensiones de mundo!
En medio de tan histriónica escena surgió, de la nada, un genio. ¿Un genio? Sí, un genio. Yo creo que deliraba...
- Niña, deja el llanto y dime lo que deseas, salvo explicaciones. Dime lo que deseas para tí, de tí, no del mundo y por el mundo, porque como te habrás dado cuenta es sólo una caverna. - me dijo con una voz de padre nada consentidor y mucho menos asertivo.

- Yo..., yo... no sé lo que quiero- mascullé mientras empezaba mi autoanálisis.-

El genio levantó una ceja y clavo sus ojos en mis ojos, helando mi carne y avivando mi mente.

- Yo quiero ser tan inteligente como los demás creen que soy. Quiero ser tan coherente como parecen mis palabras. Quiero ser capaz de ejecutar lo que pienso. Quiero dejar de mentirme, dejar de mentirles. Quiero ser valiente de verdad. Quiero dejar de aniquilarme con cada uno de sus actos. Quiero que pare esta hiperactividad en mi amígdala. Quiero sentir y transmitirlo. Quiero que las musas no vengan sólo cuando escribo, sino cuando actúo. Quiero ser diplomática, tener tacto. Quiero dejar de esconderme detrás de una aparente vida sencilla cuando yo jamás seré sencilla. Quiero ser yo y no un personaje de este holograma podrido. Quiero ser feliz.

Y entonces explotó la cueva y salté por los aires. Y vi el mundo de nuevo. Espero que esta vez, sí sea el mundo y no que la onda expansiva me haya llevado a otra cueva.
Caminaré hasta el infinito. Sin cansarme y ojalá no encuentre más paredes que me digan que es simplemente una caverna, porque un mundo de verdad no tiene límites.

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