domingo, abril 18

Sin azucarar


Simplemente me vio. Y vi como me veía. Esperé con esa sonrisa interior que crece cuando te gusta gustar. Llegó y extrañamente no lo embauqué con mis discursos prefabricados. Tampoco lo espanté con mi repertorio de excusas cáusticas. Simplemente fui lo que por suerte o por desgracia no puedo dejar de ser: esa cenicienta que zapatos en mano sale del palacio de la vanidad y el sonido.