jueves, junio 2

Esencia de poder


Lo vio tirado en el suelo y le dio un puntapié grácil. Lo justo para comprobar que ponía lo que ella suponía que ponía. Era un bote, roto, de Allure de Chanel.

El perfume que estuvo anhelando durante años cuando era una adolescente soñadora. Cuando dormía con un cuaderno y una estilográfica debajo de la cama. Por si las musas la sacaban del sueño. Era el mismo perfume que quería llevar puesto a cada entrevista en las editoriales que la rechazaban una y otra vez.

Era el mismo perfume que ella almacenaba compulsivamente en el armarito del baño, ahora. Ahora que sí era recibida con todos los honores en las editoriales. Ahora que le hablaban de usted las mismas secretarias que le decían: a ver, ¿tú sabes cuántas como tú vienen a traer aquí portafolios con cuatro ocurrencias? Ahora que le publicaban cualquier "ocurrencia" tras el pelotazo de lo que ella consideraba lo peor que había escrito en su vida.
Ahora, que tenía todo el encanto, todas las ventas, todo el beneplácito de la crítica. Ahora que firmaba libros.
Ahora que había llegado a ese sitio inaccesible... Decidió rescatar del suelo ese bote. Lo tuvo entre sus manos con delicadeza y observó sus heridas, sus aristas punzantes... y le recordó a ella misma, en el pasado. Y decidió que no quería estar así en el futuro.
Sonrió. Vinieron las musas. Agarró fuertemente el bote en su mano derecha e hizo incidir la arista más punzante en su brazo izquierdo labrando un corte limpio, serpenteante.
Nunca iba a caer del pedestal que había logrado alcanzar.