lunes, septiembre 12

Pax Romana


Navegué por pura desidia
arcaduces de palabras vacuas.
Dejando transcurrir una tarde,
de ausencias.
De repente, se iluminó
ese trozo de barra,
tras una conjura al vacío.

Tras eufemismos,
cordialidad y,
tres tazas de donaire,
instauramos la cultura
de no llegar sin saludarnos,
de hablar de todo, de nada,
y de no saber.

La insana costumbre de alunarnos
por las insensateces más estólidas,
para luego recular y volver,
al punto de partida.
Para abrir de nuevo esa ventana
y que llegue el aire fresco,
acuariano, de tu sonrisa,
por entonces inexplorada.
Y llegar al día, y confirmar,
que no hay nada más armónico
que el caos de tus dientes.
Y descubrir con los ojos cerrados,
etílica y cansada,
que no hay nada más tierno,
que tus robos a mano armada,
rompiendo la paz que lleva tu nombre.



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