lunes, marzo 9

Trastiendas y vitrinas


No se pueden poner cadenas al viento, ni a los sentimientos ni a los pensamientos. No puedo luchar contra tus mareas, irrevocables. Y aunque se nos llenasen las bocas de noes, dijiste sí, condicionado, por mi vehemencia, por mis ganas. Y ahora me pierdo en tus silencios que logran revolverme las tripas hasta dejar de ser yo y convertirme en un ser desidioso, egoísta, lánguido.
Mientras, en una vitrina, expuesto, lo que cree el resto del mundo.

3 comentarios:

Mi paraiso Perdido dijo...

La dimensión del profundo dolor, sólo la comprende quien la padece. Su vivencia es tan penetrante que no te deja vivir, la lucha no sirve de nada, es el abismo de la soledad más extrema, es la impotencia de atrapar el aire; es el sí condiconal, es la sonrisa obligada, es ...
Tal vez lánguida, desesperada, pero nunca eogísta y desde luego siempre maravillosa.

Javier Güell dijo...

Lo peor no son los silencios, sino no saber cómo interpretarlos o quizá en ocasiones interpretarlos demasiado bien...

Mi paraiso Perdido dijo...

El silencio se produce cuando "algo" no te pertenece, aunque creas injusta y desgarradora su existencia. El silencio es lo más parecido al desamor.